26.7.09

RENI (3ª parte)

La madre de Adriano la recibió con los brazos abiertos, igual que había hecho con Reni años atrás, agradeciendo enormemente aquella visita para así poder aclarar la situación de sus respectivos hijos.
Sofía (que así se llama la madre de Adriano) la citó al día siguiente a media tarde; la hora del café. Allí estaba Inés a las cinco en punto, impaciente por conocer los motivos de tan repentina prisa.
Pulsó el timbre de la puerta e inmediatamente salió Sofía invitándola a pasar. Tenía ya sobre la mesita una bandeja con todo a punto; sólo falta el café, pero se oía el sonido de la cafetera express terminando.
Pidió disculpa a Inés dirigiéndose a la cocina, mientras ésta se quedó de pie, algo cortada, pero aprovechó el momento para observar cada rincón, muebles, cuadros que había en aquél salón tan lleno de luz, el sol parecía hacer carambola en el mar. Estaba tan ensimismada que casi olvidaba el motivo de aquella visita cuando percibió aquel oloroso y humeante café.
Sofía le ofreció pastas, bombones, azúcar... no encontrando el momento de empezar con aquella conversación, pero debía ir directa al grano para así compartir aquel dolor que le atormentaba desde hacía tanto tiempo.
Reni y Adriano, habían salido a dar un paseo por sugerencia de Sofía, quería ser ella la que explicara todo a Inés.
- Mi hijo –empezó diciendo- hace algunos meses, tuvo que dejar de trabajar por problemas de salud y, después de un largo proceso, le diagnosticaron SIDA.
Inés no comprendía como aquella mujer podía mencionar esa palabra sin horrorizarse.
- Para ti es nuevo –dijo Sofía–, pero yo lo tengo asumido. No es fácil, pero me resigno a lo que ello significa. Desde que lo supe sólo tengo un objetivo: hacer que su vida (la que Dios quiera que sea) la lleve lo más agradable posible. Esto lo hemos hablado los tres y ahora lo llevamos con toda normalidad. El llamarte a ti fue en principio, idea mía; me puse en lugar de una chica joven, en un país que no es el suyo y conviviendo con una persona que tiene limitada su vida. La verdad, entendería cualquier decisión que tomara. Hablé claramente con ella exponiéndole mis pensamientos, incluso le dije que, si pensaba dejarlo, lo hiciera ahora que él no está todavía demasiado... deteriorado, digamos. Pero ella no vaciló ni un segundo en contestarme: “No sólo no lo voy a abandonar; estaré con él hasta el último respiro”. Estas palabras fueron algo grande para mí.
Después de tan clara explicación, a Inés le quedó algo rondándole la cabeza: la palabra SIDA. Ella siempre la tenía asociada a droga y no dudó en preguntarle a Sofía. Ésta pronunció sólo una sílaba: Sí. Ya solamente quedaba esperar a que pasara el tiempo, su hija también estaba metida dentro de ese círculo, pero ni sabía hasta qué punto.

22.7.09

RENI (2ª parte)

Preguntó en los círculos donde ella se movía habitualmente, sin obtener nada en claro. Ese día volvió algo cabizbaja, pero no se rendiría; algo en su interior le decía que debía seguir.
A la mañana siguiente, Reni madrugó más que de costumbre y, por fin, Inés pudo entrar a la habitación para airearla, antes del mediodía.
Después abrir las persianas, vio algo en el suelo que le llamó la atención: era un papelito muy bien doblado. Con curiosidad, lo fue desdoblando y pensó: “Quizás pueda hallar una pista”, pero sólo había unas cuantas palabras escritas que, a simple vista, no le decían nada, incluso alguna ni entendía y la dejó encima de la mesilla. Siguió dándole vueltas a la cabeza y, cuando ya se marchaba de la habitación, se vuelve, desdobla el papel y es cuando se da cuenta de que aquellas palabras que no comprendía no estaban escritas en castellano. Entonces recordó la primera impresión que tuvo del chico: era extranjero. “Ya es algo”, pensó.
Vía Mezzocannone -repitió en voz alta- diría que es una palabra italiana. Volvió a dejar la nota en la mesita y salió de la habitación.
Un día llevó a otro día, y fue pasando ese verano. Ella, sin intención de buscarse un trabajo y él, ¡quién sabe de qué vive!
Atando cabos, como se suele decir, pudo saber más adelante que tenía una baja por enfermedad y fue entonces cuando comprendió todo.
Aunque poco a poco se iba enterando de cosas, Inés sabía que algo flotaba en el aire, algo que le traía mal presagio. Será un tópico decirlo, pero las madres poseemos un sexto sentido que rara vez nos falla, y ésta no iba a ser una excepción.
A principios de invierno, llegó a casa un día con aires de completa decisión diciendo a Inés:
- ¡Mamá , me voy a Italia con Adriano!
Su madre, que prefería que fuera una broma, sabía que si lo decía era porque ya lo tenía más que decidido y lo haría.
Casi no le dio tiempo para asimilarlo, porque antes de Navidad se habían marchado.
Al principio, recibía alguna que otra llamada, pero cada vez fueron más distanciadas y siempre tenía su teléfono con las llamadas restringidas. Hasta que, un día, después de cinco lagos años, suena el teléfono y, al descolgarlo, oye la voz de una teleoperadora preguntando si acepta una llamada a cobro revertido. A Inés le golpeaba el corazón, casi visiblemente en el pecho, al oír “procedente de Milán”. Con la voz entrecortada, Reni le decía que la echaba de menos y lo estaba pasando muy mal. Sólo con escuchar aquello, esa llamaba de auxilio, Inés tomó el primer avión que le fue posible y, en dos días, estaba con su hija.

16.7.09

RENI (1ª Parte)

Desde hace años, por mi trabajo, estoy de cara al público, cosa que siempre me gustó. Me atraen las historias personales que, por casualidad, me cuentan (no por puro cotilleo), ya que me llama la atención en una misma situación cómo cada persona puede llegar a afrontar los problemas en su momento. Yo me pregunto: ¿En qué medida nos dirigen, o dirigimos, nuestro destino?
Inés era clienta asidua de mi establecimiento y, poco a poco, creció la confianza entre nosotras; así fue contándome parte de su vida. Fui viviendo la historia con el día a día, me impresionó tanto que me prometí escribir un relato. A mi manera... Así comienza:



Reni, joven de veinte años, acostumbrada a la vida nocturna desde muy niña, residía en una localidad costera donde el turismo alcanza un alto porcentaje de la población.
La noche era para ella (como para gran cantidad de chicas/os de su misma edad) algo mágica y atrevida. Se confundía entre las sombras de las calles estrechas y largas, o con las luces intermitentes de cualquier discoteca. Las primeras veces que acudió a esos lugares, apenas tenía catorce años.
Los guardias de seguridad se le quedaban mirando de arriba abajo sin querer dejarla pasar, pero ella cada vez se las ingeniaba de diferente forma y, al final, entraba.
Antes de salir de casa se aprovisionaba de zapatos altísimos, pintalabios rojo fuerte, un recogido en el pelo que le hacia ser mayor y algo muy importante: unas hombreras que hacían las veces de relleno ya que tenía sus pechos demasiado pequeños.
Inés, su madre antes de salir le decía:
-¿Qué llevas en esa bolsa, Reni?
- Mamá , me llevo el pijama. Sabes que, si se me hace tarde, me quedo en casa de Eva.
- Esta hija mía… -decía mientras movía la cabeza de un lado a otro. Al final optaba por no preocuparse, de todas formas siempre se salía con la suya.
Cada vez se iba haciendo más independiente y adentrándose en un mundo de mayores y, cuando aún no había cumplido los diecisiete años, parecía haber vivido toda una vida. A esa edad había salido con varios chicos, pero nada serio.
A los dieciocho conoció a un joven con el que se veía muy a menudo. A primera vista, parecía que no fuera español (y no es que tuviera importancia, para su madre era una observación): alto, extremadamente delgado, rubio de ojos azules pequeños y visiblemente hundidos, barba muy larga y espesa (con lo que escondía la delgadez de su rostro), manos de finos dedos que, al mirarlas, recuerdan las de un esqueleto.
Reni se iba olvidando de las discotecas y amigas, pero seguía los mismos horarios fuera de casa; sólo la veían en la comida, salía a media tarde, y hasta la madrugada.
Inés por una parte se sentía más tranquila al ver a su hija con una sola persona pero, por otro lado, le preocupaba no saber nada de aquel joven, así que decidió poner manos a la obra e indagar donde fuera preciso.

12.7.09

Pensamientos locos

Rebuscando en mi mente
pensamientos locos,
encojo mi cuerpo en forma fetal,
dirigiéndome al rincón
más oculto de mi casa,
allí donde ni el plumero llega.

Todo es silencio, nadie me ve.

No puedo con tanta carga,
injusticias, egoísmos, indiferencias,
¿dónde nos llevará todo esto?
¿quién de nosotros llegará al final?

6.7.09

Entre dos mundos

¿Qué tu mente alcanzará?
Esa mirada perdida,
ojos de tierra y de mar;
no se si lo entenderá
cuando esboza esa sonrisa
haciéndome emocionar.

Esa, tu estirpe, te adora,
eres centro de sus días,
estás recogiendo ahora
producto de tu semilla.

Sembraste amor y bondad,
la dulzura y simpatía,
hoy lo percibo en tu entorno
porque no te conocía.

Eres un ser especial,
tan ausente y desvalida,
aunque vivas en tu mundo

eres la luz de sus vidas.


Porque tu sonrisa
y tu mirada me
llegaron muy dentro.

1.7.09

Golondrina

En el farol de mi entrada
fina y sigilosa te fuiste a posar,
no sé los motivos,
entre tantos lugares, te vino a gustar.

Trino a trino y broza a broza,
junto con el barro, construyes tu hogar.
Tus desechos, tiras por donde he de pisar,
negra golondrina de bello trinar.

Cuido tu descanso, ave angelical,
con tu compañía siento algo especial,
tu corazoncito oigo palpitar
y ese canto alegre me da su tic tac.

Hoy te echo de menos,
¿por dónde andarás?
¿dónde tus huevitos fuiste a posar,
dejándote el nido a medio terminar?

Temo al cazador que te pueda encontrar,
llegando a ser presa, encuentres tu final,
negra golondrina de bello trinar.