¡Cuántas historias quedan en el silencio! Cuántas, merecedoras de ser impresas en esos libros que reposan en cualquier escaparate de librería. Como la de Yasmín que, con sólo doce años, hizo un viaje con su madre en condiciones calamitosas, huyendo de un padre que le obligaba a practicar sexo con los hombres más pudientes del territorio, para poder subsistir.
En pleno mes de agosto y con los pies tocando arenas de Tarifa, quedaron rendidas. Era una pequeña cala donde, a esas horas, sólo alguna pareja buscaba aquellos atardeceres de horizontes rojos para demostrarse su amor.
Madre e hija, se fundieron en un enloquecido abrazo y, creyendo que nadie podía oírles, gritaron a pleno pulmón.
Sobresaltados, Lucía y John, que no se habían percatado de su presencia, interrumpieron aquel momento mágico que les envolvía. No lo podían creer... Eran imágenes para guardar en las retinas de por vida.
Ysane era una mujer joven, muy guapa, piel café con leche, ojos negros enormes, labios no exageradamente carnosos y nariz perfecta. Yasmín era el vivo retrato de su madre.
Lucía y John, vivían en pareja desde hacía sólo unos meses y necesitaban a alguien que les echara una mano en las tareas de la casa. Se miraron y, sin decir nada, decidieron ayudar a esas mujeres que sólo venían buscando libertad.
Ellas, bastante asustadas, no sabían cómo reaccionar, sin saber las intenciones de la pareja. Se fueron acercando lentamente, haciéndoles gestos de tranquilidad y madre e hija se miraron aceptando que estaban en sus manos. ¿Qué podían hacer?
Verbalmente no podían comunicarse pero, poco a poco, fueron confiando los unos en los otros.
Lucía y John intentaron explicarles que aquella noche les darían comida y cama, después... ya verían. Fue el principio de una convivencia en común, porque Ysane empezó a ayudarles en la casa y a Yasmín le buscaron un colegio.
¡Por fin empezaría a ser una niña! Le gustaba tanto ir a la escuela, que en poco tiempo hablaba español correctamente. De todas las asignaturas, en la que más interés ponía era en literatura, decía que estudiaría magisterio y algún día tenía que volver a sus raíces para enseñar a los niños a leer y escribir. Disfrutaba en los talleres de pintura mezclando colores. En los partidos de béisbol, había crecido mucho y era una de las mejores de su equipo. Le fascinaba el cine, el teatro y todo lo referente al arte.
Han pasado los años y en casa de Lucía y John, son parte de la familia.
.En pleno mes de agosto y con los pies tocando arenas de Tarifa, quedaron rendidas. Era una pequeña cala donde, a esas horas, sólo alguna pareja buscaba aquellos atardeceres de horizontes rojos para demostrarse su amor.
Madre e hija, se fundieron en un enloquecido abrazo y, creyendo que nadie podía oírles, gritaron a pleno pulmón.
Sobresaltados, Lucía y John, que no se habían percatado de su presencia, interrumpieron aquel momento mágico que les envolvía. No lo podían creer... Eran imágenes para guardar en las retinas de por vida.
Ysane era una mujer joven, muy guapa, piel café con leche, ojos negros enormes, labios no exageradamente carnosos y nariz perfecta. Yasmín era el vivo retrato de su madre.
Lucía y John, vivían en pareja desde hacía sólo unos meses y necesitaban a alguien que les echara una mano en las tareas de la casa. Se miraron y, sin decir nada, decidieron ayudar a esas mujeres que sólo venían buscando libertad.
Ellas, bastante asustadas, no sabían cómo reaccionar, sin saber las intenciones de la pareja. Se fueron acercando lentamente, haciéndoles gestos de tranquilidad y madre e hija se miraron aceptando que estaban en sus manos. ¿Qué podían hacer?
Verbalmente no podían comunicarse pero, poco a poco, fueron confiando los unos en los otros.
Lucía y John intentaron explicarles que aquella noche les darían comida y cama, después... ya verían. Fue el principio de una convivencia en común, porque Ysane empezó a ayudarles en la casa y a Yasmín le buscaron un colegio.
¡Por fin empezaría a ser una niña! Le gustaba tanto ir a la escuela, que en poco tiempo hablaba español correctamente. De todas las asignaturas, en la que más interés ponía era en literatura, decía que estudiaría magisterio y algún día tenía que volver a sus raíces para enseñar a los niños a leer y escribir. Disfrutaba en los talleres de pintura mezclando colores. En los partidos de béisbol, había crecido mucho y era una de las mejores de su equipo. Le fascinaba el cine, el teatro y todo lo referente al arte.
Han pasado los años y en casa de Lucía y John, son parte de la familia.
Esta es la respuesta de Paqui a mi desafío... Muy bien superado, ¿verdad? Besos. Bluemoon.