5.8.09

RENI (5ª parte)

Así, unos días más tranquilos y otros menos, fue pasando el tiempo.
Reni empezó a salir a la calle, como un autómata, deambulando de acá para allá sin percatarse de si era día o noche.
Ella tenía una pequeña paga que a penas le daba para vivir pero quería un poco más de independencia y alquiló un pequeño piso, algo deteriorado, en el casco antiguo.
A Inés le iban llegando rumores de que su hija se relacionaba con gente de no muy buena reputación. A veces la veían llegar totalmente ida, sin poder subir las escaleras de un segundo piso sin ascensor; alcohol, droga... A las preguntas de su madre, siempre la misma respuesta: “¡Quiero irme con él! ¡Lo intento y nunca me sale bien!”. Siempre con la misma idea en la cabeza.
Inés iba todos los días a una cafetería, a primera hora. Una mañana, vio llegar a su hija con un joven, pero ¡de que formas! Pidieron una cerveza y el camarero, al ver el estado en que iban, no les quiso servir, con lo cual montaron un escándalo y tuvo que intervenir la policía.
Así fue como empezó una nueva etapa en la vida de Reni (y, como no, de toda su familia).
En plena madrugada, llamaron al portero automático; un sobresalto más. “Debería estar acostumbrada”, pensó Inés. Era ella la que no acertaba a subir los cuatro escalones que había hasta el ascensor.
Al verla, una mezcla de sentimiento se apoderó de ella; no sabía si darle una bofetada, tirarla a la calle o quién sabe qué otra cosa hacer. En los servicios sociales le habían aconsejado que no le diera cobijo; sería la única forma de que reaccionara pero, ¿qué se puede hacer cuando ves a tu hija llegar en tan lamentable estado? El pelo enmarañado, oliendo a orín y empapada hasta las cejas.
Al día siguiente, cuando Inés se disponía a darle el sermón del “día después” una vez más, Reni le dijo: “Para mamá. Desde ahora puedes estar tranquila, todo se acabó, tengo que cuidarme mucho; estoy embarazada”. Así, como si eso fuera una solución mágica. A Inés le flaqueaban las piernas, no acertaba a quedarse en pie. Abrió su monedero, sacó una diminuta pastilla que se ponía debajo de la lengua y salió dando un gran portazo. Se dirigió donde sabía que estaba su “otra” medicina. Allí donde pensaba que era ella la que manejaba la situación.

8 comentarios:

HADALUNA dijo...

Desgarradora la forma en que lo relatas.
Consigues llegar donde pretendes, justo al centro del corazón.

Besitos dulces.

Panchu dijo...

¿Sabra Ines,que te llego tanto su historia que la escribiste? Y a mi punto de vista muy bien.A los padres solo nos queda sufrir por los hijos y estar hay para cuando nos necesiten.Hasta el proximo relato o poesia.Besitos

sara dijo...

Estoy de acuerdo con Hadaluna, pretendes llegar a donde quieres, y lo consigues, sin duda lo consigues.

Muchos besoss Paqui.

Sara

Paqui dijo...

Hadaluna: Escribí lo que en ese momento sentía mi corazón y, si llega al de los demás, me siento dichosa. gracias por tu visita.
Un beso.

Panchu: No, no lo sabe. Lo próximo
sigue siendo el relato, hasta que termine...¡¡Ay, los hijos!! Gracias por tu seguimiento. Muchos besos.

Sara: Me alegro de que te siga gustando, va quedando menos.
Gracias guapa. Un beso.

Soñadora dijo...

Paqui, en verdad es una historia impactante, con razón quisiste escribirla. Debe ser terrible ver como una hija va en decadencia y no poder ayudarla, muy triste.
Besitos,

Calvarian dijo...

Es una historia tremenda Paqui...En fin...veremos como continúa pero no tiene buena pinta al cosa...
Besix

mardelibertad dijo...

Sigues llegando y yo sigo leyendo tu gran relato quizas un relato del dia a dia eso solo tu lo sabes
Abrazo desde mi mar de libertad

Paqui dijo...

Soñadora: Así es, ver una hija en esas circunstancias, Debe ser horible. Nosotras hemos tenido suerte. Un beso.

Calvarian: Va quedando menos, y el final... Pues, ya veremos.
Bexos.

Mardelibertad: Eso, sigue leyendo, que la emoción no ha terminado.
Yo te envío un abrazo desde mi escritorio.